Las competencias humanas, emocionales y estratégicas se han convertido en el verdadero factor diferencial de las organizaciones en plena revolución de la inteligencia artificial. ¿Estamos preparados para desarrollarlas y proteger nuestro valor como profesionales?
Competencias raras: El nuevo “oro negro” de las organizaciones
¿Serán las competencias el nuevo “oro negro” de las organizaciones? Leí esa pregunta en un artículo sobre las conclusiones del “South by Southwest”, un gran evento sobre innovación y tecnología, y desde entonces no dejo de pensar en ella. Está tan bien formulada que, de forma metafórica, resume a la perfección aquello en lo que creo y que guía mi misión: contribuir al desarrollo de las competencias que nos hacen únicos y humanos.
Ya intuíamos que las competencias, especialmente las personales y comportamentales, serían las que nos permitirían sobrevivir en un mercado laboral cada vez más global y digital, donde muchas tareas desaparecerán y surgirán nuevas profesiones. Sabíamos que ese momento estaba cerca, pero no imaginábamos (al menos yo no lo imaginaba) que llegaría tan pronto. Y es que, en las últimas semanas, algunos de los mayores gigantes internacionales anunciaban despidos masivos, justificando gran parte de ellos por la automatización y la sustitución de ciertas funciones por inteligencia artificial. Esta situación deja claro que debemos acelerar el desarrollo de nuevas competencias y apostar por la (re)capacitación. “Quiera o no quiera”,la IA me obliga a seguir aprendiendo si no quiero quedarme fuera del mercado laboral, y dejar de ser “empleable”.
Somos nosotros, los humanos, los que tenemos la última palabra
Recientemente escuché en un evento: “La IA propone y el ser humano dispone”. Esta tecnología pone a nuestro alcance soluciones que facilitan y potencian nuestro trabajo, pero seguimos siendo los humanos quienes tenemos la última palabra: cuestionar, analizar, controlar y decidir. Creo profundamente que la inteligencia artificial es, ante todo, un desafío que nos obliga a replantear cómo actuamos y a poner en valor nuestras competencias más singulares (la autenticidad, la empatía, el pensamiento crítico, la visión estratégica, la inteligencia emocional, la creatividad y la innovación). Competencias que nos permiten seguir siendo competitivos en un mercado laboral cada vez más híbrido, donde humanos y agentes inteligentes conviven, y que garantizan la calidad y el valor genuinamente humano de nuestro trabajo.
La IA como un elemento más del equipo, que me ayuda a avanzar mucho más rápido
No soy, ni nunca he sido, una “aguafiestas del progreso” (o, como dicen en Portugal, un “Velho do Restelo”); me gustan los cambios y los necesito para sentirme viva. Pero confieso que esta velocidad me deja aturdida. Una cosa es dedicar tiempo a estudiar, reflexionar y probar; otra muy distinta es pasar, de la noche a la mañana, a trabajar con la inteligencia artificial como un miembro más del equipo. Me ayuda a avanzar más rápido, sí, pero también me genera cierta dependencia y muchas preguntas sin respuesta: ¿Es ético usar estas herramientas para ayudarme a “brillar”? ¿No estaré eligiendo el camino fácil?
Pero hay algo que tengo clarísimo: saber utilizar la IA será tan esencial como aprender a leer o escribir. Sin esas habilidades seremos analfabetos digitales y quedaremos fuera del mercado laboral. Lo mismo ocurrirá si no cultivamos nuestras competencias más singulares (flexibles, adaptables y en constante evolución), que crecen al ritmo de la tecnología y la digitalización.
¿Y cómo podemos, desde las organizaciones, ayudar a nuestros equipos a desarrollar esas competencias raras que les permitan aprovechar el potencial de la IA y convertir este nuevo “oro negro” en un activo estratégico? La clave es asumir que “Si no formamos, no transformamos” e invertir de verdad en aprendizaje, situando los presupuestos de L&D al mismo nivel que los de tecnología. Y lo repito: “¡Si no formamos, no transformamos!”. Formar es despertar en los demás el deseo de aprender a aprender. La formación no es un remedio rápido, sino un proceso continuo que cada persona integra en su día a día y que convierte a la organización en una organización que aprende, donde las competencias son una prioridad y se impulsa el potencial de las personas.
Por Raquel Rebelo, CEO SKOLAE Formación, España y Portugal
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